miércoles, 25 de julio de 2012

¿Qué es la libertad?

                 Multitud de rostros se agolpan, tarea cotidiana e irrefutable, en los andenes de Atocha, Sol, Argüelles, Nuevos Ministerios,... han dado las 9:00. Redes humanas bogan hacia sus empleos, trabajos estables o inestables, regulares o irregulares, públicos o privados, tiempo petulante y desagradecido o agradecido (según se mire), el que pasa entre tren y tren. Son almas anónimas, dueños del alba en Enero, o de la canícula en Julio. Vectores deambulantes, versos aún no escritos, trazos de un gran boceto que nunca finalizará, grisaglia rematada, sfumato próximo al delirio, ojos huraños, sonrisas a medio hacer, hedor característico, templanza matinal, muecas ermitañas, hoscas caminatas entre transbordo y transbordo, rutina de papel maché, reparto de diarios repletos de bagatelas, subordinados y jerarcas, becados y asalariados, polizones y viajeros, autónomos y empleados, yo, tú, él, nosotros, vosotros, y ellos.
                 Turbas de agregados hacen cola, el vagón, lleno hasta la bandera, gestos de impaciencia, intransigencia, enojo, nojo, pleitesía ante mayores o impertinencia de menores, almacén de emociones sin inventario alguno, unos pocos izan amagos de cortesía, otros los expolian... fiebre metropolitana que se ufana de gozar de libertad alguna, ¡qué nimiedad!.
          Sentíamos intranquilidad, ante una posible rebelión de las máquinas, una caída del "mundo libre" (hilarante ironía), ante la tecnología de los semiconductores (microchips), Hawking lo vaticinaba, y sin darnos cuenta, las máquinas somos nosotros. Autómatas programados para el rechazo al albedrío más humano, siquiera más pueril. Artilugios extravagantes ya parte integrada de nuestro diario run-run, un catálogo harto extenso de leyes que permiten, prohíben, regulan, restringen...carcomen. Piden los más demócratas un estado laico, sin caer en la cuenta de que la deidad que más debe preocupar, es la lex (y lo arguye un licenciado en Derecho), y su escrito sagrado, es el discurso progresista que tanto se enarbola, inmutable, permanente, intocable, pretencioso, arrogante, suspicaz, desafiante y, para más inri, contumazmente generalizado, en boca de todos, como los gargajos. Esto es, llego a la atrevida conclusión, de que el ser humano necesita de un "él" o "ella" superior, ¡ojo!, no hablo en particular de deidades ni demiurgos, de presidentes ni dramaturgos, hablo de la necesaria fe en un vaticinio, una profecía, un dogma, una ideología, etc... ésto es, desde mi punto de vista, el aparato más ambicioso de control jamás ejercido sobre el homo sapiens, control evaluable a largo plazo en el proceso de evolución humana, ¡meu Deus!, si hasta el correr por la calle está prohibido por ley. Hago alusión, guiño histórico, desenterrando vilezas de nuestra cronología, al triunfo de la Ilustración, tras la Revolución Francesa, y el establecimiento en 1793, por una bandada de sans-culotte, del culto pretencioso e infumable a la Diosa Razón (Déesse Raison), la religión de la naturaleza, y Notre Dame como lugar de culto para sus aquelarres jacobinos. ¿Son necesarias más pruebas? ¿Queda oro para esculpir más becerros? Y si es que el essere umano se encontrara ya, actuando extramuros del control de algo superior, por propia voluntad, vamos a tener que echar mano de esa cita del Leviatán, "homo homini lupus".





2 comentarios:

  1. "La pérdida del yo y su sustitución por un seudoyó arroja al individuo a un intenso estado de inseguridad. Se siente obsesionado por las dudas, puesto que, siendo edencialmente un reflejo de lo que los otros esperan de él, ha perdido, en cierta medida, su identidad. Para superar el terror resultante de esa pérdida se ve obligado a la conformidad más estricta, a buscar su identidad en el reconocimiento y la incesante aprobación por parte de los demás. Puesto que él no sabe quién es, por lo menos los demás individuos lo sabran... siempre que él obre de acuerdo con las expectativas de la gente; y si los demás lo saben, el también lo sabrá... tan sólo con que acepte el juicio de aquéllos.
    La automatización del individuo en la sociedad moderna ha aumentado el desamparo y la inseguridad del individuo medio. Así, éste se halla dispuesto a someterse a aquellas nuevas autoridades capaces de ofrecerle seguridad y aliviarlo de la duda (...).
    El nazismo constituye un problema psicológico, pero los factores psicológicos mismos deben ser comprendidos como moldeados por causas socioeconómicas; el fascismo es n problema económico y político, pero su aceptación por parte de todo un pueblo ha de sr entendida sobre una base psicológica (...).
    Al considerar la base psicológica del éxito del nazismo es menester formular desde el principio esta distinción: una parte de la población se inició en el régimen nazi sin presentar mucha resistencia, pero también sin transformarse en admiradora de la ideología y la práctica política nazis. En cambio, otra parte del pueblo se sintió hondamente atraída por esta nueva ideología, vinculándose de una manera fanática a sus apóstoles (...).
    Desde el punto de vista psicológico, esta disposición a someterse al nuevo régimen parece motivada principalmente por un estado de cansancio y resignación íntimos, que constituye una característica peculiar del individuo de la era presente, característica que puede hallarse hasta en los países democráticos (...)."

    "El miedo a la libertad" - ERICH FROMM

    Preguntas qué es la libertad, te respondo: un arma de doble filo.

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  2. Esperaba discutir contigo, Alba, porque debatir con Fromm es tarea dura... le tengo auténtico pavor a los humanistas, así como un profundo respeto.
    Efectivamente y coincidiendo con Fromm, el moldeamiento del ser humano hacia las expectativas que de él guardan los demás, su rol, es algo ineludible, y en la actualidad tenemos claros ejemplos, aunque más nimios por supuesto que los que esquematiza Fromm respecto al nazismo o el fascismo.
    Las redes sociales, la publicidad, incluso la interacción con los otros, fomenta en el individuo (que es tabula rasa, en esto coincido con Aristóteles), la seguridad de estar protegido por un pseudosistema, conformado por los ideales, cánones y temores de otros individuos que sufren el mismo problema, y, al mismo tiempo, la inseguridad de poder perder ese estatus en cualquier momento. Es por ello, que el ser humano se angustia, y ese moldeamiento puede durar toda la vida, todo ello sobre una base psicológica, claro está.
    Se unirán, además, a ese moldeamiento, contenidos hereditarios como el "inconsciente colectivo" de Jung, que harán del proceso, algo complejo y repleto de intrincados rincones.
    Cuando el individuo se siente parte de la colectividad, hace resurgir un cuarto estadio de la mente que no previó Freud, esto es, un Seudoyó, bien enunciado por Fromm, tan poderoso como para omitir los dictámenes del Superyó, solapar el Yó, y comprometer el Ello, condicionándole aún más, no sólo con los límites impuestos por el Superyó, sino por, además, los impuestos por los Superyó de los demás. ¿Y en qué, necesariamente, se traduce todo ello? En un complicado sistema "legal", consuetudinario, como de los que gozamos en estos países a los cuales irrisoriamente llamamos, "de primer mundo".
    ¿Cabría, por el contrario, imaginar un mundo, en el que cada ego de los seis mil millones actuales, actuara conforme a lo debatido entre sus tres estadios mentales? Sería algo, seguramente, caótico, pero, ahí se encuentra, desde mi punto de vista, el quid de la evolución humana. Tengamos en cuenta que, si desde la antigüedad, se hubieran seguido las vías de lo socialmente aceptable, sujeto todo ello a unas rígidas leyes, y hechas ejecutar por unos tribunales que gozan de poder de interpretación, como actualmente... probablemente no hubiéramos tenido una Reforma, y una Contrarreforma, por ejemplo, ni siquiera una Iglesia que fuera artífice de tal vaivén; ni absolutismos; ni comunismos; no hubiera habido necesidad ni de enarbolar un movimiento como es el de la Ilustración; porque la razón, según mi humilde opinión, es la ley natural, aquella innata, personal, que baila sobre principios y reposa bajo valores, pero a la cual no es posible, ni recomendable, transformar en Ley. A todo eso me refiero con mi entrada, y en la conclusión aclaro, que si somos incapaces de gobernarnos conforme a nuestra propia razón, o ley natural, y precisamos de un ente superior que controle la colectividad, una ley suprema; es porque efectivamente, como denuncia Hobbes, "homo homini lupus".

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